lunes, marzo 06, 2006

UNIR LA LUCHA Y EL DESEO
una fuerza altamente subversiva

columna radial Liliana Daunes

El próximo miércoles, 8 de marzo, las mujeres volveremos a salir a las
calles, a las plazas, en todo el mundo, para realizar una jornada de
lucha.
Claro que nuestras batallas contra el patriarcado y contra el
capitalismo
no
se resumen en una fecha. No se reducen a un acto o a una movilización.
Es
un
esfuerzo cotidiano, que involucra a millones de mujeres en el mundo, que
hemos ido aprendiendo a reconocernos, a nombrarnos con voz propia, a
identificar nuestras demandas, a festejar nuestras conquistas, a
nutrirnos
de la memoria fértil de nuestras mártires, a celebrar las posibilidades
de
pensar con libertad nuestra sexualidad, nuestros cuerpos, nuestros
deseos,
y
a actuar cada vez más coherentemente con las libertades ganadas.
Es una pelea por nuestros derechos humanos como mujeres, y también, por
re-conocernos como mujeres, por pensarnos a nosotras mismas y dejar de
ser
explicadas por otros. Esto implica una gigantesca batalla cultural, que
comenzó por el acceso a la educación, en todos los niveles, y que ahora
implica profundos cambios que atraviesan a disciplinas tan diversas como
la
medicina, la filosofía, la economía, o el derecho. Desmontar la marca
patriarcal de las explicaciones del mundo hechas sin nosotras o sobre
nosotras, y poder no sólo pensarnos, sino también comunicarnos desde
nuestra
propia identidad.
El 8 de marzo entonces, salimos a las calles, para visibilizar esas
múltiples cotidianas. Para ocupar el espacio público que nos sigue
siendo
retaceado por las concepciones que escinden lo público y lo privado, y
pretenden relegarnos en el espacio de la llamada vida privada. Cuando
las
feministas afirmamos: "lo personal es político", comenzamos a desarmar
esa
construcción cultural que nos vuelve víctimas de una esfera agobiante
que
se
resume en reproducción de la vida, la reproducción gratuita de la fuerza
de
trabajo (a través de la esclavitud del trabajo doméstico no valorado ni
remunerado), e incluso víctimas de la violencia de género, de la
explotación
sexual y hasta del femicidio.
Pero junto con la afirmación de que lo personal es político, la batalla
más
eficaz ha sido la de llevar a las calles las demandas que realizamos de
transformación de la cultura y de la vida cotidiana. En esta perspectiva
la
campaña por el derecho al aborto, que se reimpulsará en este 8 de marzo,
es
parte de esta voluntad de ganar el derecho a decidir sobre nuestros
cuerpos.
Nosotras parimos, nosotras decidimos. Y cuando decidimos sobre nuestros
cuerpos, ya no se trata sólo de cuándo parir, e incluso si queremos o no
parir. Se trata también de cuando y con quién gozar, cuando y con quién
y
cómo es nuestra sexualidad, nuestro deseo, nuestro placer. Deseo y
placer,
condenados por la cultura inquisitorial capitalista y patriarcal,
burguesa,
racista, machista, homofóbica, occidental y cristiana.
Unir la lucha y el deseo, es una fuerza altamente subversiva. Por eso
nos
han quemado en hogueras como brujas. Por eso nos siguen estigmatizando,
cuando marchamos en las calles con alegría, sin olvidar cada una de las
conquistas obtenidas, y a las vidas de mujeres entregadas generosamente
en
esa lucha.
Lo cotidiano politizado, y lo político vuelto parte de nuestras acciones
cotidianas. Junto a las batallas por los derechos de las mujeres,
nuestra
jornada internacionalista ha sido siempre un momento de lucha por la
paz,
contra la guerra imperialista.
Propuesto el Día Internacional de la Mujer por la líder comunista Clara
Zetkin, en el Congreso de Mujeres Socialistas realizado en 1910, esta
fecha
nació como memoria de las obreras textiles que por luchar por sus
derechos
fueron asesinadas en Nueva York. Y al mismo tiempo, estas luchas por los
derechos de las obreras, de las mujeres trabajadoras, contra el
capitalismo
y el patriarcado, se entrelazó rápidamente con las batallas contra la
guerra
imperialista.
Casi un siglo después que Clara Zetkin junto a su amiga y compañera
Rosa
Luxemburgo organizaron la Conferencia Internacional por la Paz, en la
que
las mujeres socialistas se reunieron en Suiza para condenar la primera
guerra mundial, las mujeres participantes del Foro Social Mundial
levantaron
como eje para este 8 de marzo, el reclamo del fin de la guerra
imperialista
contra Irak.
Y ya que nombramos a Rosa Luxemburgo, la rosa roja de la revolución,
quisiera recordar que esta mujer que nació el 5 de marzo de 1871, sigue
siendo la profeta del mundo que soñamos construir con nuestra lucha.
Rosa
Luxemburgo, socialista, libertaria, colocó tempranamente un llamado de
atención sobre el dilema civilizatorio que ahora se nos vuelve una
encrucijada vital: "socialismo o barbarie", expresó, frente a la
convicción
que el capitalismo lleva al mundo, a su propia destrucción. Pero también
señaló con mucha claridad, la necesidad de un socialismo que permitiera
expandir las capacidades humanas, a partir de expandir las libertades y
la
democracia. Fustigó todos los rasgos de oportunismo, reformismo y
autoritarismo nacidos en el socialismo de su tiempo. Rosa Luxemburgo
afirmó:
"La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los
miembros
de
un partido (por numeroso que éste sea) no es libertad en absoluto. La
libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de
manera
diferente".
8 de marzo. Una vez más la cita es en las calles. Por nosotras, por
nuestra
cotidiana reinvención del mundo, por nuestros deseos, por nuestros
derechos,
por nuestros sueños, por nuestras mártires, por nuestras brujas, por
nuestra
libertad.
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