domingo, mayo 10, 2009

Domingo, 10 de mayo, 2009 - AÑO 10 - Nro.3263
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PROHIBIDO PARA NOSTALGICOS
JAPONESES EN EL VIEJO MONTEVIDEO
IGUAL QUE LOS DEMAS EMIGRANTES, LOS JAPONESES LLEGARON CON BAULES, VALIJAS E ILUSIONES. FUERON POCOS, EN COMPARACION CON LOS GALLEGOS, ITALIANOS O JUDIOS.

Luis Grene

Se desparramaron por los barrios y dejaron su huella de nobles trabajadores. Desde los primeros años del siglo XX aparecieron algunos que llamaron la atención por sus ojos rasgados, la eterna sonrisa y lo respetuoso de su trato con los demás vecinos. Cuentan que la mayoría vino desde la isla japonesa de Okinawa. Se alejaban de la inminente guerra y buscaban mejores condiciones de vida. Luego con la guerra declarada y más aún luego de su finalización, los transatlánticos llegaban al Perú y a Brasil llenos de familias japonesas. Algunas pocas decidieron ir más al Sur donde les habían dicho que existía un país muy chiquito y tranquilo para trabajar. Se asombraron del buen clima del Uruguay. No podían creer que acá no existieran terremotos y los temidos tsunamis. Paseaban por la coqueta playa Capurro y preguntaban en una jerigonza, llena de gestos ceremoniales, si acá no había "la gran ola". Los vecinos apenas entendían y les respondían que en el Uruguay lo más bravo era el temporal de Santa Rosa. Y no era peligroso, les comentaban, porque toda la gente se encerraba a comer tortas fritas. Sonrisas y reverencias se entreveraban entre aquellos vecinos y los emigrantes japoneses. También les llamaba la atención que no existieran castas ni títulos nobiliarios. No faltaba algún gracioso que les decía que por acá el único aristócrata era el jugador de fútbol Aníbal Ciocca, llamado "El Príncipe". Hubo un período en que se dijo comenzaron a ser perseguidos en los cafetales del Brasil y fue cuando más familias de japoneses llegaron a Montevideo. Con su antiquísima sabiduría ellos captaron que en nuestra sociedad no existía el racismo y tanto los negros, judíos, turcos o gitanos podían vivir sin problemas. Por el barrio Capurro, uno de esos emigrantes tomó un reparto de diarios que salía de la puerta del bar La Recalada, en Agraciada y Asencio. Lo llamaban cariñosamente "El Japonés" y se hizo famoso por repartir los diarios en un carrito que arrastraba con una piola. La mayoría de estos emigrantes optó por ser tintoreros o floristas. Algunos formaron pequeñas comunidades en los límites de Montevideo y gracias a su milenario tesón convirtieron esos abandonados terrenos en plantaciones de bellísimas flores. Esas mismas corporaciones de floricultores se afincaron también por el barrio Reducto y fundaron El Mercado de las Flores en la calle Guadalupe casi Marsella. Los grandes bailes del Hotel del Prado siempre estuvieron decorados con ramos de flores de esos japoneses. Otras familias se ganaron la vida entre el típico vapor de las tintorerías. Tuvieron nombres como "Sayonara" o "Flor de Loto". Por La Comercial, en Justicia casi Miguelete, fue muy popular la tintorería llamada "Mascota" que además con sus técnicas orientales teñía los trajes y los pantalones dejándolos como nuevos. Algunas mujeres niponas se dedicaron a las tradicionales artesanías y las vendían a las grandes tiendas como Introzzi y El London París. Con más recuerdos y música los esperamos en CX40, Radio Fénix, todos los sábados a las 18 horas.